El fuego que expandió un negocio
Los incendios del año pasado en los bosques de la Amazonía brasileña han desatado las alarmas del cuidado medioambiental una vez más, incluso ahora que la sensibilidad por el calentamiento global está muy patente. La búsqueda de responsables no ha determinado alguien directo, sin embargo el usufructo de los invasores ilegales (madereras, negocio agropecuario y minería ilegal) por un lado, y el discurso rentista del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro que indirectamente los azuzó, por otro lado, marcan una dirección para entender los posibles detonantes de una catástrofe que ya ha arrasado más de 2 millones de hectáreas de bosque (más de 72.800 focos de incendios desde su inicio en Agosto), siendo así el número tres veces mayor que en 2018.
En principio, la práctica de confrontación estratégica desprovista de principios democráticos, muy recurrente en personajes del ala derecha política, es ya conocido en tanto sus representantes no necesariamente poseen formación ni trayectoria democrática. En todo caso, sus intereses están siempre fuertemente definidos por un propósito rentista. Esto ha venido a relucir en el discurso del Presidente Bolsonaro quien culpó a las organizaciones defensoras del medio ambiente de sembrar el fuego en el Amazonas; asimismo, la confrontación innecesaria en la que se enfrascó con sus pares en pleno desarrollo de la catástrofe expone su estilo de hacer política y su falta de compromiso con una agenda medioambiental.
Por otra parte, la coraza política e ideológica puesta por los gobiernos para asegurar la expansión de grandes capitales, en este caso agropecuarios y sobre todo mineros, es una vez más el trasfondo de esta crisis. La tradición empresarial de Bolsonaro ha tenido como objetivo expandir el negocio e incluir gran parte de los bosques tropicales amazónicos para la actividad agropecuaria y ganadera. Entre las empresas de este lobby se cuentan Cargill, Bunge y Archer Daniels Midland con el 60% de la siembra de soja en Brasil, además de la compañía de alimentación brasileña JBS. En ese sentido, la promesa de campaña de Bolsonaro sobre rebajar las tasas de multa por la tala y ampliación ilegales ha avivado la concurrencia de invasores en la Amazonia, quienes, desde antes, y ya en el periodo de ejercicio presidencial, se han abierto un espacio para su supervivencia. Mas aún dicha influencia (o infestación) ocurre en localidades donde las organizaciones de defensa de derechos ambientales han sido bloqueadas. Esta intervención política significa la entrada de Bolsonaro como un protagonista más en la catástrofe amazónica que ha ocurrido en los meses pasados, sabiendo que sus nexos con los negocios agropecuarios son cada vez más obvios.
Bajo esta visión esta también la inclusión y alienación de los indígenas brasileños de la amazonia, como peones de la cadena de producción minera. Bolsonaro en un discurso de campaña comparó a las comunidades indígenas brasileñas con animales enjaulados, que deben ser liberados. Esta caricaturización distorsiona la imagen real de los nativos, más todavía cuando fue hecha en el contexto político; esto, sumado a la visión instrumentalista y empresarial exacerbada de los políticos brasileños tiñe y desnaturaliza la identidad de los indígenas.
La denuncia apunta al aumento de los incendios forestales desde el inicio del mandato de Bolsonaro. De hecho, en su periodo aún no ha habido un tratamiento directo y estricto contra la tala e invasión ilegal de bosques. Entonces no es solo el discurso, sino la política puesta en práctica lo que resulta, en términos prácticos (valga la redundancis), una causa directa de los incendios. Los medios observadores han advertido el carácter intencional de los mismos. Más allá de que la práctica ya existía, esta grave incidencia responde claramente a una intencionalidad. Y ciertamente hay un grupo de empresas multinacionales de grandes inversiones que se benefician directamente de la quema de los bosques, cuya injerencia e influencia, sea directa o indirecta, está llevando a cabo el cumplimiento de catástrofes. Estas a su vez son causadas por un modelo económico que se nutre de la explotación y apunta a la interminable producción.
En este contexto, la perdida medioambiental será irreversible tanto para flora, fauna y para nuestra propia supervivencia. Como se desliza de los estudios hechos por De Magallanes Neto, en una publicación en Scientific Reports, los incendios tienen implicaciones a escala continental, porque aceleran la pérdida de los glaciares, lo que devendría en una crisis de agua y la vulnerabilidad de numerosas comunidades andinas. Para De Magallanes, “una vez que el carbón negro se deposita en la superficie de la nieve y el hielo reduce su capacidad de reflejar la radiación solar».
Ante estas amenazas a un equilibrio natural, lo que resta hacer para realizar un cambio significativo es exigir una rápida intervención de los gobiernos de la región que comparten la Amazonía. La presión internacional es necesaria ciertamente, pero se debe revertir la pasividad por parte de los demás países amazónicos, como Colombia, Perú, Venezuela y Ecuador ya que no han mostrado el suficiente compromiso. La acción política en estas circunstancias no debería reducirse a la suscripción del pacto de Leticia, por parte de los principales países amazónicos, sino a su institucionalización e implementación en instancias a nivel social. La presión dirigida hacia el gobierno brasilero tiene que buscar la derogación de las últimas normativas que han permitido la incesante quema de los bosques. No obstante, la presión de largo plazo a la cual debemos apuntar es la defensa rotunda y sacrificada de la Amazonía, lo que implica nuestra manifestación en contra de la legalidad que permite la explotación excesiva de los bosques amazónicos y la restitución de medidas normativas medioambientales. Los criterios por tomar no deberían centrarse en una discusión sobre la realidad o falsedad del cambio medioambiental, sino en las afectaciones concretas a los medios provistos por la naturaleza. Si el dejar pasar se convierte en regla decantando sobre nuestro modo de vida, la pérdida progresiva de la Amazonía terminará afectándonos radical e irreversiblemente.
Manuel Benavente es filósofo e investigador en conflictos socio ambientales peruano, consultor de la CCPIP, radicado en Berlín, Alemania.